domingo, 31 de octubre de 2010

Tranquila, hermana


Fotografía: Catalina Sandino Moreno en "Paris, je t´aime"


- Tranquila, hermana. Verás que sí podrás soportarlo. Eres trabajadora y buena mujer. Y vas a estar con muy buenas personas. Tienen un hijo. Jugarás con él, te encariñarás. Te ayudará a pasar mejor los días. Será como tenerlo a tu lado mientras estás lejos para él.


Roxana madruga todos los días para preparar el desayuno de Andrés. Y le prepara la comida también. Y la merienda y la cena. Lava su ropa, cuida sus cosas, vela por él y le regala sonrisas a raudales. Cuando juega con él es otra niña, que se lanza sobre cada momento como pirata al abordaje del tesoro de la felicidad.

Andrés está más alegre desde que ella llegó a la casa.

Cuando cae la noche, exhausta llora mientras abraza la foto de su propio Andrés. Y guarda los recuerdos de la jornada con el rostro de él.

Y Roxana ve que es cierto, que así puede soportarlo. Por ahora.


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jueves, 28 de octubre de 2010

Sangre




Sangre.
Sangre.
Sangre.
Rojo.
Rojo.
Rojo.
Y en un momento, todo negro.
Ceguera total.

Vuelve la luz.
Estoy en el suelo.
Estoy lejos.
Estoy sola.
Tengo miedo…

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lunes, 25 de octubre de 2010

Paula y Luis




Paula y Luis tienen cuatro años. Les falta poco para cumplir los cinco.

- Paula ¿qué haces con Francisco? Tú eres mi mejor amiga.
- ¿Quéee? Déjame. Juego un partido.
Lo dice apartándose de él, que se retira enojado.
- Jo, Luis siempre quiere estar conmigo.
Paula ni siquiera es consciente de que la observan. Se lo dice a sí misma, en voz alta, como para hacer más evidente su molestia.

Apenas pasan veinte minutos y ella se columpia con furia.

- Paula, ¿quieres bajar?
- No!
- ¿Quieres venir a comer?
- No!
- Entonces, ¿qué quieres? ¿qué te pasa?
- Quiero que Luis me acompañe, que se columpie conmigo. Quiero a Luis aquí.

Pero hay algo que Luis ama más que a Paula. Comer. Finalmente, ella accede a sentarse a la mesa.

- Mamá, mira qué servilletas más divertidas.
- Sí, las eligió Luis para ti.

Amigados, comen juntos y conversan. Ella con su sonrisa cándida. Él irradiando felicidad.

- Luis, es muy bonita la servilleta que elegiste para Halloween. Muy tenebrosa.


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jueves, 21 de octubre de 2010

Recuerdo la sensación




Corríamos alrededor del árbol. Es el último recuerdo de mis recreos en tu ciudad. El patio girando a nuestro alrededor. Tu rostro sonriente y cansado cada vez que yo miraba atrás. Y la suavidad del tacto de la yema de mis dedos después de rozar durante unos minutos la corteza del árbol.

Paseaba de nuevo, después de veinte años, por la calle de mi infancia. Casualmente se cruzaron nuestras miradas, como nuestros caminos, y reconocí en tu cabeza el mismo respingo que dio la mía, esa natural reacción a la sorpresa.

Recuerdo que estaba disfrutando de ese momento, como parecías estar haciéndolo tú. No logro imaginar siquiera la razón, el porqué de mi reacción absurda. Pero tengo nítida la sensación de cómo me di la vuelta en seco y te pegué una bofetada.

Nos miramos fijamente mientras nos acercábamos hasta cruzarnos. Los dos teníamos cara de “¿será o no será?”, aunque no sé si tú pensabas en mí y yo sólo intuyo que eras tú. Esperé unos segundos, controlando las ganas de seguir mirándote, y me giré. Tú hacías lo mismo.

También tengo nítida la imagen de tu expresión. Sorprendido, decepcionado, lastimado. Y esa mirada le cuenta a mi amnesia que tuvimos una historia, que fuimos niños enamorados, que habíamos compartido tiempo e ilusiones a pesar de nuestra corta edad.

Al encontrarse de nuevo nuestras miradas, tú pusiste cara de me alegro de haberte visto. E imaginé que supiste quien era y que me habías perdonado. Me arrancaste una sonrisa. No. Yo te la regalé…, con ella te daba las gracias.

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lunes, 18 de octubre de 2010

No conduce a nada



Te presentas siempre sin avisar, distrayéndome en el trabajo. Con tu sonrisa de anuncio de dentífrico, la picardía atrincherada en los ojos y la ironía lista para aprovechar toda oportunidad de arrancarme una sonrisa. Saludas radiante.

- Buenos días!!
- Lo serán para ti…

Entonces escucho tu primera carcajada, y sé que estamos listos para el juego. Despliegas ante mí todo tu encanto y yo simulo resistirme, como si no hubiera pensado ya, dos e incluso más veces, en caer en la tentación. Y parodias a un seductor.

- … Ya sabes lo que pienso. Que para eso estamos en este mundo, para aprovechar las oportunidades de amar que nos da la vida…
- No, gracias. Más vale bueno conocido que malo por conocer…

Y sueltas una nueva carcajada. Porque entiendes mejor los gestos y las miradas que mis palabras. Sabes que vivo esperando el momento en que te presentas sin avisar, distrayéndome de todo. Y sabes que estoy disfrutando esos momentos tanto como tú lo haces.

No lo niego. Es maravillosamente fácil enamorarse de ti. Pero no conduce a nada.

Por si el amor tuviera que conducir a algo.


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viernes, 15 de octubre de 2010

Suéñame, pero despierto


Fotografía: Maury Perseval


No te duermas, todavía.

Piénsame sin prejuicios y sin miedos.
Suéñame como quieras, pero despierto.

Recuérdame, evoca a la mujer osada
que soñaste la primera vez, pero despierto.

Imagíname como haces cuando logras
esconderte de ti mismo, pero despierto.

Recréame a oscuras en tu erguida piel,
con todos tus sentidos, pero despierto.

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martes, 12 de octubre de 2010

En el Día de la Raza


Ilustración: Guillo


- Buenos días.

- Buenas tardes – digo sonriendo, a pesar de que llegué a mediodía y ya son las 4.20 de la tarde, al tiempo que le entrego mi pasaporte y el resto de la documentación.

- Vaya, una española que sonríe… No es habitual eso.

- Habrá tenido mala suerte o se habrán cansado de esperar. A mí es que me gusta que me atiendan con una sonrisa, por eso saludo así.

- Ah, los españoles… cuánto daño le hicieron a este continente. Pero ustedes fueron muy listos, porque mataban a los hombres y embarazaban a las mujeres. Ningún indio mataría a su propia sangre…

- Sí, bueno. Lo siento. Eso ocurrió hace muchos años.

- Cierto, pero no podemos olvidar. Es más, no debemos olvidar.

- Comprendo. ¿Cómo se llama usted?

- Juan Díaz, señorita. Pregunte por mí cuando tenga que volver.

- Ya…. Verá, soy la primera de la familia en venir a este país. ¿Cuándo dice que llegaron sus antepasados?…

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domingo, 10 de octubre de 2010

Una pupa en la rodilla


Fotografía: "Chica pájaro IV", de  Dara Scully

Escribo con una mano. Tengo a Alba dormida en mi otro brazo. Se cayó y se hizo una herida en la rodilla, la primera de su vida con sangre. Y le duele, porque es de las que duelen.

Me vi en ella. Hizo exactamente lo mismo que yo cuando de pequeña me caía y mi madre iba a hacerme la cura. “No, no, nooooo… no me toques”. “Tus manos están frías”. “Ponme la tirita ya”, llora al tiempo que pide el mimo reparador.

Y vi a mi madre en mí. Intentando calmarla, dándole tiempo, abrazándola, pero sin mentirle. Como con las inyecciones: al principio duelen, pero luego pasa. El dolor siempre pasa.

- El dolor es más grande que en todas las otras pupas –, dice llorando.
- Sí, mi amor, porque es la pupa más grande que has tenido – y sigo acariciándola.

Y se queda dormida en mis brazos. Se acomoda, con su pierna siempre doblada, y sonríe en sueños. Observo su rostro, detenidamente. Se me agolpan en la mente infinidad de pensamientos, empujándose y atropellándose por llegar primero, como en la apertura de puertas en el inicio de las rebajas de las defensas del corazón.

Me concentro de nuevo en ella, en sus ojos cerrados, su nariz, sus labios, sus pómulos… quiero grabar cada rasgo, cada lunar, cada poro, su imagen entera. Grabar el momento de verla dormida plácidamente en mis brazos. E imaginar que esta sensación será eterna.

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jueves, 7 de octubre de 2010

El consejo


Ilustración: Quino


Mi profesor de Latín me decía, cuando consultaba el diccionario, que no me quedara con la primera acepción, porque no siempre era la más adecuada.

En realidad, lo que don Eduardo pretendía era ayudarme en el examen.

Mientras hacíamos la traducción, se paseaba entre las mesas. Al pasar a mi lado siempre miraba lo que escribía, y si veía alguna palabra incorrecta la señalaba con el dedo como si apuntara a un lugar indefinido de la hoja, como si hubiera caído ahí al azar, y comentaba en tono jocoso:

- Señorita Gómez. Siempre le he dicho que no se quede con el primer novio. No suele ser el adecuado.

De este modo, me indicaba que debía elegir la segunda acepción. Si era la tercera, cambiaba un poco la frase:

- Señorita Gómez. ¿Cómo he de decirle que no se quede con el primer novio? Normalmente el segundo es el más adecuado… O el tercero.

Mis compañeros se reían porque el profesor me distraía con sus bromas tontas, yo le contestaba con un “ya, ya” que fingía molestia mientras le sonreía agradecida.

Con el tiempo, comprendí que ese consejo no era sólo aplicable en sus exámenes, sino que también fue útil en la vida. Por algo lo recordé a menudo y sigo haciéndolo. Pero, claro, es que don Eduardo sabía latín.

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martes, 5 de octubre de 2010

Así es la vida




Juan vivía en el mejor barrio de la ciudad. En la calle, pero de la mejor zona. Y había logrado una buena relación con los vecinos, a pesar de ser un mendigo adicto a la heroína.

Tenía un público fijo, varias señoras de bien que a diario pasaban por el portal en el que siempre se sentaba a pedir para darle una ayuda. Generalmente era dinero (“¡Hasta veinte euros me han dado!”), pero no dudaban en invitarlo a tomar un chocolate con churros en la cafetería cuando lo encontraban con el cuerpo castigado, reponiéndose de una noche de excesos. Otras veces le entregaban comida, ropa…

Juan, que vivió en el pueblo hasta que empezó a jugar con las drogas, era afable y amable. Ayudaba a sus “clientas” (le gustaba llamarlas así) cargando las bolsas de la compra, saludaba a todos, conversaba con cualquiera que estuviera dispuesto a ello. Era tranquilo y nunca se metió con nadie.

Por su carácter se ganó el afecto de los vecinos, que intentaban convencerlo de que abandonara su adicción. Él era consciente de que debía hacerlo, pero luego llegaba el mono y sus propósitos quedaban guardados junto a su manta mientras él iba a buscar su dosis de caballo.

Esta mañana las amigas (hadas madrinas, casi) de Juan sintieron un mal pálpito cuando en el diario leyeron que el cadáver de un joven, cosido a puñaladas, apareció cerca del poblado en el que se trapichea con drogas.

Juan ya no estaba. En el lugar donde siempre se sentaba permanecían su manta y el cartel con el que pedía limosna. A modo de despedida, la frase que había escrito en él: “Así es la vida”.

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sábado, 2 de octubre de 2010

Demasiado joven




Menos mal que nada duele como el primer día…
si no, no se podría vivir.


Era hija única. Un buen partido. Educada, cariñosa, buena persona. La había criado su madre, que había enviudado joven. No podría encontrarse una mujer más adecuada para el heredero de la familia, el mayor de los cinco hijos de un mediano empresario de provincia.

Se casaron, claro. Y él empezó a asumir responsabilidades en la empresa de su padre. Tuvieron un hijo. Eran el paradigma de la familia ideal, con buen presente y mucho futuro. Pero hay desgracias que parecen genéticas.

Era la hija de una joven viuda y enviudó joven. Lo heredó. Es la única explicación. Él murió durmiendo la siesta, una de las pocas que podía permitirse. Sólo tenía 26 años.



Nota: Esta historia me la recordó esa frase con que inicio el relato y que Belén dijo en un comentario a mi anterior entrada. Lo decía su bisabuela, una viuda muy joven. Gracias, Belén. Y perdona el atrevimiento.