Hay un reloj que en
la noche suena como pasos.
Hay una puerta que
se abre sola, cuando le da la gana.
Hay también
burbujas, de las de plástico, que suenan solas como si un niño las estuviese
apretando.
Hay, claro, un gato
gordo paseando pesado sobre el tejado al que no sé cómo subió de lo gordo que
está.
Hay (me olvidaba)
una pelotita rodando de repente sobre la mesa, lenta, un tramo corto.
Hay ruidos en la
calle silenciosa, voces que parecieran sonar al oído, muy cerca.
Hay visitas que de
pronto, con cara de sorpresa, o asombro, o susto, o diversión (que cada cual ve
lo que ve como lo ve), preguntan: ¿Aquí penan?
¿Qué pena aquí?
¿Qué hay?
¿Será que hay
miedo?